El Masters 1000 de Montecarlo, uno de los torneos más emblemáticos del circuito, se celebra en un rincón tan pequeño como el Principado de Mónaco. A pesar de su renombre y prestigio, hay algo que sorprende a muchos: no hay un torneo femenino equivalente. La razón, aunque parece sencilla, es mucho más compleja de lo que pensamos.
Un espacio limitado para grandes eventos
Mónaco, con su superficie que apenas roza medio kilómetro cuadrado, enfrenta un verdadero desafío logístico. Imagina tener que organizar un evento masivo como este y además añadir a unas 60 jugadoras, sus dobles y las canchas de entrenamiento necesarias. En 2019, el tenista Stefanos Tsitsipas hizo esta pregunta crucial y el director del torneo en ese entonces, Zeljko Franulovic, fue claro al respecto: «Cuando piensas en agregar tantas jugadoras y manejar toda la programación, es bastante complicado».
A diferencia de otros torneos donde el terreno no es un problema —como Miami o Indian Wells— aquí las limitaciones son evidentes. Franulovic dejó entrever una realidad dura pero honesta: «Hemos tomado la decisión de mantener el torneo masculino y mejorar la calidad». Esa elección implica dejar fuera a las mujeres en un momento en que el tenis femenino está brillando con fuerza.
Y si esto no fuera suficiente complicación, después del Masters llega el Gran Premio de Fórmula 1, otro evento que consume recursos y atención. Con la llegada del verano también vienen las vacaciones para muchos residentes y turistas que inundan Mónaco. Todo esto crea una presión adicional sobre la organización.
Así que ahí estamos, ante un dilema muy real: mientras unos luchan por espacios e igualdad dentro del deporte, otros deben decidir entre mantener tradiciones o abrirse a nuevas posibilidades. Y nosotros nos preguntamos: ¿cuánto tiempo más permitiremos estas limitaciones? Es hora de repensar cómo se hacen las cosas en este mundo apasionante del tenis.