En esta temporada, el Real Mallorca parece ese alumno que pasa más tiempo en el sofá que en clase. ¿A quién no le suena? Ese estudiante que deja todo para el final, esperando un milagro en los últimos días. Y claro, al final del año, todos sabemos cómo acaba: unas notas justitas y la sensación de que podía haber dado mucho más.
El equipo de Arrasate nos da esa impresión. Un grupo que no está progresando como debería. Más bien parece que deja los deberes para mayo, o lo que es lo mismo, la última semana de la liga. Pero aquí hay un problema: hay estudiantes que se acumulan tareas y al final se encuentran con tantas cosas pendientes que no pueden con todas ellas. Y eso nos lleva a una caída libre, como un avión sin control.
¿Dónde están las ganas?
El camino ya está trazado y aunque algunos dirán que este Mallorca pasará de curso por ser menos malo que otros, yo no me quedo satisfecho. No me gusta lo que veo en el campo: van dejando puntos por el camino, partidos perdidos y una falta alarmante de ambición. A veces me pregunto si realmente hay talento oculto o si solo estamos ante un caso de dejadez total.
No sé qué pasará en enero ni cómo será el futuro inmediato del club, pero algo tiene que cambiar. La historia se repite y cada vez duele más ver cómo esas oportunidades se tiran a la basura mientras los aficionados siguen apoyando al equipo con pasión inquebrantable.

