El ambiente en Son Moix era electrizante. Cientos de seguidores del Real Mallorca se dieron cita para animar a sus jugadores justo antes de su debut en casa contra el FC Barcelona. A pesar del calor abrasador, nadie quería perderse la oportunidad de dar ese último empujón a los bermellones, que saldrían al terreno de juego con el corazón latiendo al ritmo de los cánticos que resonaban entre la multitud: «Alé, Real Mallorca alé. Alé, Real Mallorca alé».
Una marea roja y negra se hace sentir
No había entradas disponibles; el estadio prometía llenarse hasta los topes. Los 23.000 abonados estaban listos para ocupar sus asientos y hacer historia, superando la mejor asistencia del año pasado cuando más de 23.000 espectadores vibraron juntos en un emocionante partido contra el Real Madrid.
Poco después, llegó el autobús del Barcelona, generando una mezcla de expectación y algún silbido tímido por parte de algunos aficionados locales. Ellos también querían ver a sus ídolos como Lamine Yamal o Pedri, pero la pasión por el Mallorca era palpable en cada rincón.
Casi tres meses sin fútbol habían hecho mella en los corazones aficionados, y ahora todos esperaban que este arranque fuera tan brillante como el anterior. En esa primera jornada de la Liga pasada, un golazo de cabeza de Muriqi había traído un punto ante el campeón vigente y hoy esperaban repetir esa hazaña frente a un Barça que llega con grandes expectativas.