Una madre y su hijo, con el corazón bermellón pintado en la piel, recorrieron nada menos que doce horas en coche desde Países Bajos. Su destino: el Grenzlandstadion Arena de Kufstein, donde la emoción por ver al Mallorca se desbordaba. Esta mujer, habitual veraneante de la isla desde su infancia, ha sabido transmitir a su pequeño esa misma pasión por el equipo que ella siente. Es un legado familiar que va más allá del fútbol.
Aficionados en cada rincón
No es casualidad que dos jugadores del Mallorca, Maffeo y Larin, compartan habitación en el Hotel Das Sieben de Bad Häring. Aunque ambos estarían encantados de buscar nuevos horizontes este verano, aquí están juntos hasta el jueves, justo cuando termina su stage. Es curioso cómo los destinos de los jugadores pueden entrelazarse incluso en momentos inciertos.
Raíllo también tiene su propia historia: aunque no pudo jugar por molestias, él ya había visitado este mismo estadio hace diez años con otra camiseta puesta. En aquel entonces defendía los colores del Espanyol mientras buscaba un lugar en el primer equipo perico. Recordar esos momentos le debe traer nostalgia.
La metereología del Tirol es todo un misterio; entre sol y lluvia, rara vez las temperaturas superan los veinte grados. Pero para el Mallorca, este clima desconcertante es perfecto para escapar del calor agobiante de la isla. Aquí encuentran lo que buscan: un respiro y espacio para prepararse lejos del bullicio habitual.