El Real Mallorca está pasando por un bache que ya no sorprende a nadie. Con solo 68 goles en 76 partidos durante las últimas dos temporadas, se ha convertido en el equipo menos goleador de la liga. Y ojo, esto no es algo nuevo; el problema lleva tiempo instalado, incluso con los cambios de entrenador: Javier Aguirre salió y entró Jagoba Arrasate, pero la historia sigue repitiéndose.
Un club que necesita reinventarse
No podemos pasar por alto que el equipo no logra generar oportunidades claras para sus delanteros. Si miramos a Muriqi, Larin y Abdón, nos damos cuenta de que sus cifras anotadoras son más bien decepcionantes. Pero aquí no solo se trata de falta de puntería; es mucho más profundo. No hay quien cree jugadas desde el medio campo ni quien ponga buenos balones en el área. Es como si estuvieran jugando a ciegas.
Pablo Ortells, el director deportivo del club, tiene un enorme reto por delante. Su objetivo es claro: fortalecer la ofensiva y darles herramientas a los entrenadores para trabajar con una idea más vertical. Sin embargo, parece que se le escapan los refuerzos clave. La marcha de Kang In Lee dejó un vacío difícil de llenar y aunque llegó Radonjic como sustituto, su paso por el equipo fue fugaz y poco productivo.
A lo largo de las últimas cuatro campañas en Primera División, nunca han llegado a alcanzar los 38 goles. ¿Qué sucede? Aquí hay un fallo evidente en la estrategia: Ortells tiene que encontrar esos jugadores capaces de crear superioridades y alimentar a nuestros delanteros. Sin esa chispa creativa en las bandas o un delantero versátil que pueda marcar diferencias, la situación seguirá igual o incluso puede empeorar.
Es claro que si el Mallorca quiere romper esta mala racha goleadora necesita savia nueva urgentemente; cada jornada sin mejorar es un paso hacia atrás. Los aficionados esperan más y merecen ver al equipo pelear por ser algo más que un mero espectador en la competición.