Algo no marcha bien en el Mallorca cuando cada poco tiempo escuchamos a un jugador quejándose de su situación. La décima posición en la Liga, que muchos aficionados hubieran firmado a principios de temporada, parece más un espejismo que una realidad satisfactoria. En el vestuario hay grietas evidentes que nos invitan a reflexionar y, sobre todo, a actuar.
La tensión en el ambiente
Pablo Ortells, nuestro director deportivo, tiene entre manos un problemón que podría costarle caro. Las voces disonantes son cada vez más frecuentes y nos hacen pensar que esta temporada ha sido un verdadero desgaste. Y lo peor de todo es que perder la opción de jugar en Europa es lo menor de nuestros males; lo realmente preocupante es cómo se gestionan los egos dentro del equipo. Ojalá nuestro único quebradero de cabeza fuera la portería.
Ahora le toca a Greif manifestar su descontento, como ya lo hizo antes Leo Román. ¿Cuál es realmente la estrategia del club? Parece que nadie está al mando cuando se trata de resolver asuntos tan delicados como este. Ambos porteros han demostrado ser valiosos en el campo y ahora están mirando billetes para salir volando. No tengo dudas de que Ortells hizo bien al quedarse con ellos tras la venta de Rajkovic, pero no podemos permitirnos tener dos jugadores descontentos lanzando críticas al aire sin tapujos; eso solo añade leña al fuego en un ambiente ya tenso.
Es evidente que aquí no hay trabajo interno o, si lo hay, no da resultado. Lo lógico sería apostar por uno y hacerle una oferta acorde con su rendimiento, mientras se busca vender al otro. Ambos tienen contrato hasta 2026 y han probado ser competentes para las exigencias de Primera División. Sin duda, Ortells tiene mucho trabajo por delante.