El Real Mallorca ya ha cerrado el telón de una temporada que nos ha dejado un sabor agridulce. Tras empatar contra el Rayo Vallecano, los jugadores se marchan de vacaciones con la mente puesta en lo que vendrá, pero también con la carga de un año lleno de altibajos. Desde ese inicio prometedor, donde soñábamos con Europa, hasta un final que nos ha dejado más dudas que certezas.
Un curso lleno de contrastes
La primera mitad fue pura alegría: victorias y buen juego. Pero el cambio de año trajo consigo un cúmulo de lesiones y pérdidas de confianza. Concluimos en décima posición, sí, pero esa clasificación sabe a poco cuando recordamos cómo empezó todo. Raíllo y Darder han sido dos balas en esta lucha; sus aportaciones han brillado como pocas. Sin embargo, otros nombres como Valery o Chiquinho no lograron despegar y terminaron suspendiendo su asignatura.
Ahora bien, si hacemos un repaso por las notas individuales del equipo, hay nombres que destacan. Dominik Greif se llevó la mejor calificación tras convertirse en el guardián indiscutible bajo palos, mientras que Leo Román también dejó huella pese a jugar menos minutos. Por otro lado, el central Antonio Raíllo sigue siendo una pieza clave; su liderazgo es incuestionable.
No obstante, hay quienes han decepcionado profundamente. Muriqi terminó con siete goles pero su rendimiento dejó mucho que desear; sus lesiones le impidieron alcanzar su mejor versión. Lo mismo sucedió con Robert Navarro y Chiquinho; ambos llegaron con altas expectativas pero no lograron cumplirlas.
En definitiva, Jagoba Arrasate ha cumplido el objetivo mínimo al mantenernos fuera del descenso y acabar décimos. Pero queda claro que para volver a soñar con Europa necesitamos ajustar muchas cosas antes del próximo curso.