El Mallorca se ha dejado llevar por la corriente y, como quien da un paso al frente para luego retroceder, acaba perdiendo el partido que más o menos había anticipado. Enfrentarse a un Barça que, aunque no brilló como en otras ocasiones, siempre tiene ese halo de grandeza que asusta. Ser antimadridista y antibarcelonista parece ser la única postura sensata en este fútbol español tan polarizado. Pero claro, eso conlleva una consecuencia: perder siempre.
Un rival que apenas se esfuerza
Anoche, el Mallorca se encontró con un Barcelona desdibujado, pero aún así incapaz de aprovechar las oportunidades. Se vio a un equipo visitante dispuesto a pactar un 3-0 si hubiera sido necesario; tanto es así que el único gol del encuentro fue anulado antes de sonar el silbato del descanso. La defensa mallorquinista cedió tras una primera parte aceptable, pero se notaba que les faltaba algo más para no caer en la mediocridad.
Agradezcamos a los fans del Mallorca por mantener la fe; es evidente que están acostumbrados al sufrimiento y siguen buscando esa chispa de grandeza que todavía no aparece. Y mientras tanto, Leo Román se convierte en el protagonista inesperado al ser recordado como el único portero que ha hecho un dribling a Pedri. ¡Vaya paradoja! El entrenador del Barça se escabulle cuando le preguntan sobre Lewandowski, como si su ausencia fuera solo una anécdota; pero todos sabemos que eso no es así.
En fin, ¿qué podría hacer Abdón Prats para ganarse su lugar entre tantos jugadores nacidos en Baleares? Hay quienes ven conspiraciones donde otros solo ven decisiones tácticas; lo cierto es que esta derrota por 0-0 deja una sensación extraña: ni tan mal como otras veces ni lo suficientemente bien para salir a celebrarlo.
Al final del día, esta caída resulta cómoda para ambos equipos: el Mallorca busca evitar goleadas humillantes y el Barça simplemente quiere pasar página sin esfuerzo. La realidad es dura: hemos perdido por un resultado asumible porque los demás equipos siguen siendo prisioneros de sus propias aficiones madridistas o barcelonistas. Así seguimos en este juego del fútbol: donde ganar parece una utopía y perder se convierte en una costumbre.