El pasado sábado, más de seis mil abonados del Mallorca decidieron no acercarse a Son Moix para animar a su equipo en un partido clave ante el Celta. Una ocasión que podría haber acercado al club a Europa, un sueño que se escapa desde hace más de veinte años. Y, ¿qué pasó? La grada quedó con un aspecto desolador: menos de cien entradas disponibles en taquilla, excepto las VIP. Algo no cuadra.
¿Dónde están los fieles?
A pesar de tener más de veintidós mil abonados oficialmente, la afluencia fue de solo 18.291 espectadores. A muchos les puede parecer suficiente, pero si miramos bien, hay algo preocupante: la mayoría que suele rascarse el bolsillo en verano decidió quedarse en casa. El partido no era una cuestión de vida o muerte como otras veces, pero sí representaba una oportunidad para dar un paso hacia la Liga Europa. Sin embargo, ese empuje no se notó ni por asomo desde las gradas.
En este encuentro también había un buen número de aficionados vigueses (cerca de medio millar) y eso maquilló la cifra final. Pero si los socios hubieran respondido como se espera en momentos así, el ambiente habría sido totalmente diferente. El club ofrece facilidades para ceder el carnet o enviar entradas sin coste adicional; aún así, muchos decidieron mirar hacia otro lado.
Lo cierto es que esta floja respuesta sorprende a todos dentro del club, sobre todo ahora que la permanencia parece asegurada y hay posibilidades emocionantes por delante. A lo largo de la temporada solo hemos visto cifras superiores a veinte mil espectadores en algunos partidos destacados contra equipos como Real Madrid o Barcelona; incluso ante rivales como Athletic o Atlético Madrid no logramos alcanzar esa cifra mágica.
La pregunta queda en el aire: ¿por qué tantos han decidido alejarse del equipo justo cuando más lo necesita? Quizás sea hora de reflexionar sobre nuestra conexión con el club y lo que significa realmente ser parte de esta comunidad deportiva.