La última actuación del Real Mallorca ante el Celta ha dejado a todos con un sabor amargo en la boca. La caída por 1-2 fue más que una derrota, fue un reflejo de los problemas que arrastra el equipo en este 2025. A medida que el partido avanzaba, especialmente durante esos últimos treinta minutos, se notó una desconexión alarmante. Los aficionados, que hasta ahora habían apoyado incondicionalmente, no pudieron contener su frustración y comenzaron a silbar y abuchear desde las gradas de Son Moix.
Un descenso preocupante
El equipo se ha deslizado a la décima posición tras el triunfo de la Real Sociedad, y lo peor es que esta situación parece cada vez más insostenible. La imagen del Mallorca actual dista mucho de la sólida versión vista en la primera mitad de la temporada. Aunque aún cuentan con treinta puntos, nadie esperaba un desgaste tan notable. Con una plantilla desequilibrada y una portería que parece un colador, las lesiones han llegado en los momentos más críticos.
Arrasate lo dejó claro tras el partido: «No es el Mallorca que quiero ver y entiendo que la afición se enfade». Y es cierto; las ausencias importantes han dejado al descubierto un banquillo desconectado. Las decisiones tácticas tampoco ayudan; solo hizo cuatro cambios sin utilizar todas sus opciones. Todo ello llevó a un final inexplicable donde los jugadores parecían rendidos.
Aún hay tiempo para cambiar el rumbo antes de que se consuma esta pesadilla. El camino hacia Europa sigue abierto, aunque haya muchos equipos peleando por esas plazas codiciadas. Pero después de una actuación como la del Celta, es difícil mantener viva esa esperanza. Queda poco tiempo para demostrar que aquel Mallorca competitivo no era solo un espejismo.