El 6 de abril de 2024 se ha convertido en una fecha que permanecerá grabada en la memoria colectiva del RCD Mallorca. Hoy, justo un año después, muchos aficionados aún sienten ese nudo en el estómago al recordar aquella dolorosa derrota frente al Athletic Club, un desenlace cruel que llegó tras una maldita tanda de penaltis. Aquella jornada, unos 20.000 mallorquinistas viajaron hasta Sevilla con la ilusión intacta, listos para ver a su equipo luchar por un título que no se levantaba desde hacía 21 años.
Una afición inquebrantable
Aquella final fue más que un partido; fue una celebración del sentimiento bermellón. A pesar de los contratiempos y problemas logísticos, la afición hizo lo imposible por estar allí. Y aunque la tristeza y las lágrimas fueron el resultado final, también hubo espacio para la esperanza y el orgullo. Muchos niños que solo habían escuchado historias sobre los éxitos pasados finalmente pudieron sentir lo que es ver a su equipo jugar una final.
Durante el encuentro, el Mallorca mostró su mejor versión. El gol de Dani Rodríguez encendió las esperanzas y parecía que el segundo título era posible. Los jugadores lucharon con todo ante un Athletic Club bien armado. Pero luego vino la igualada de Sancet, y ahí comenzó una batalla agotadora donde cada pase contaba y cada lesión pesaba como una losa.
La prórroga fue un momento tenso; Abdón no pudo entrar al campo mientras Aguirre corría desesperado buscando soluciones. Y aunque Muriqi tuvo en sus pies la oportunidad dorada para decantar la balanza, el destino decidió llevarlo hacia otro lado, dejando a todos los presentes con el corazón encogido.
Al final, esos penaltis crueles hicieron llorar a muchos pero también dejaron claro algo: este equipo había devuelto algo más que fútbol; había reavivado un espíritu colectivo entre los mallorquinistas. Aunque hoy miramos atrás con nostalgia, siempre recordaremos cómo aquel día nos unió más como comunidad.