En una reciente entrevista, Jagoba Arrasate, entrenador del Real Mallorca, compartió su visión sobre un mundo del fútbol que parece haberse alejado de sus verdaderos aficionados. Con esa naturalidad que tanto lo caracteriza, Arrasate expresó su desencanto: “Antes el fútbol era de los aficionados, ahora ya no”. Y es que hoy en día muchos se sienten como meros espectadores en un espectáculo que poco tiene que ver con la pasión y el amor por el juego.
El Fútbol como Vida
A pesar de su desilusión, Arrasate sabe que en el césped su equipo está funcionando. A mediados de marzo, la ilusión por alcanzar Europa está latente entre los seguidores del Mallorca. Pero no todo es entrenar y competir; también hay momentos para desconectar. Martin Valjent lo decía claro: “Si fuera por mí, entrenaríamos todos los días”. Sin embargo, estos días libres son esenciales para volver con más ganas.
¿Y qué hace un amante del fútbol cuando necesita despejarse? Para Jagoba, la pelota vasca ocupa un lugar especial: “Siempre he sido muy de pelota vasca porque lo inventamos nosotros”, comenta con orgullo. Pero también disfruta del fútbol sala y de las competiciones locales; eso le permite soltar tensiones y reflexionar sobre lo aprendido.
No obstante, a medida que se avanza en la temporada, también crece la presión. La afición habla de Europa mientras él intenta gestionar esas expectativas. Para él es crucial mantener los pies en la tierra: “Ahora poniendo el cuatro por delante no estamos matemáticamente salvados”, así que toca seguir soñando sin perder la perspectiva.
La Supercopa dejó huella en el club y tras varios meses desde aquella experiencia incómoda en Arabia Saudí —donde las familias vivieron situaciones difíciles— Arrasate reflexiona sobre cómo algunos países aún no entienden la cultura futbolística. En esos momentos se sintieron despreciados y apenas tuvieron eco al denunciarlo.
A punto de cumplir nueve meses en Mallorca, le sorprende gratamente ver cómo ha evolucionado el sentimiento mallorquinista. Antes veía un campo vacío; hoy observa niños luciendo orgullosos las camisetas del equipo por las calles. Esa conexión es invaluable.
“A veces hay que tocar fondo para darte cuenta de algunas cosas”, dice mientras recuerda a jugadores como Antonio Raíllo o Abdón Prats quienes han vivido altibajos con el club. Ambos saben valorar lo que tienen ahora.
Preguntado sobre si sueña con algún título aquí, confiesa: “Conseguirlo con el Mallorca sería algo impensable”. Pero sueña grande y eso es admirable. Su papel como docente le ha ayudado a empatizar más con sus jugadores; sabe que para sacar lo mejor de ellos necesita entenderlos primero.
También reconoce que cada vez es más esencial ese trato cercano con los futbolistas: “No me gusta la autoridad”, dice claramente refiriéndose al pasado autoritario donde solo había obediencia ciega.
A medida que habla sobre la afición se siente una tristeza palpable; esa sensación de abandono cada vez es mayor ante organizaciones deportivas distantes e insensibles al clamor popular. Recuerda las palabras de Lillo sobre cómo “la guarnición se había comido el solomillo”; una metáfora perfecta para describir cómo antes todo giraba alrededor del aficionado y ahora parece estar dominado por intereses televisivos lejanos a sus corazones.
No podemos dejar atrás esa conexión especial entre aficionados y clubes, advierte Jagoba recordando aquellos días donde ir al estadio era una fiesta única llena de emoción e ilusión.