El partido del Mallorca contra el Espanyol fue un auténtico carrusel emocional, y en el centro de todo estaba Vedat Muriqi. Este delantero kosovar vivió una montaña rusa en apenas una parte, convirtiéndose en el héroe inesperado de la tarde. En un primer tiempo donde poco o nada pasó, se llegó al descanso con un ambiente frío y tenso. Pero lo que vendría después… ¡menuda locura!
Una primera parte para olvidar
Muriqi comenzó su espectáculo con un autogol que dejó a todos boquiabiertos. No era el inicio que nadie quería ver, pero lejos de rendirse, el jugador mantuvo la cabeza alta. Luego vino el penalti fallido que lo puso aún más bajo, y parecía que su suerte no cambiaba. Sin embargo, nuestro pirata kosovar no se dio por vencido.
Con el apoyo de su equipo y la confianza inquebrantable del entrenador Arrasate, Muriqi insistió y siguió luchando. Justo cuando muchos pensaban que todo estaba perdido, ¡la magia sucedió! En el minuto 88, otro penalti fue señalado tras una falta sobre Mojica. Esta vez tuvo otra oportunidad. Pasaron varios minutos llenos de tensión antes de que pudiera lanzar de nuevo; pero ahí estaba él, dispuesto a redimirse.
Cambió su estrategia: disparó alto y a un lado diferente esta vez. Y ¡gol! El balón besó las redes mientras los aficionados estallaban en júbilo por fin aliviados por la victoria. Muriqi no solo celebró ese tanto; también pidió disculpas a los seguidores por sus errores anteriores, demostrando así carácter y humildad.
Con este gol sumó siete tantos en Liga esta temporada—igualando su cuenta del año pasado—y aunque todavía está lejos de sus mejores números desde su llegada a la isla hace dos temporadas, se siente más confiado que nunca para alcanzar esa cifra mágica de diez goles.
Muriqi compartió después sus pensamientos: «Sabía que tenía que asumir responsabilidad tras fallar antes» dijo con sinceridad ante las cámaras del club. «Esto es una señal clara de nuestra fuerza como equipo; luchamos hasta el final» reflexionó sobre cómo cada triunfo es motivo para soñar con algo grande.
Y así fue como este jugador pasó del infierno al cielo en apenas 45 minutos: un claro ejemplo de perseverancia y valentía en el campo. Ahora sí podemos decirlo: ¡a seguir soñando!