La Fórmula 1 está viviendo un momento crucial en 2025. Todos sabemos que ganar es lo principal, pero hay algo más en juego: la esencia de un ídolo va más allá de simplemente ser veloz en la pista. Lewis Hamilton, el británico que ha dejado huella en Mercedes, ahora se encuentra navegando por aguas turbulentas con Ferrari, y su historia no es precisamente un cuento de hadas.
Un giro inesperado en la carrera
Al llegar a los 40 años, Hamilton decidió dar un salto arriesgado al fichar por la escudería más icónica del Gran Circo. Pero aquí viene el problema: Ferrari lleva años atrapada en una crisis sin fin, y su último título con piloto fue hace casi dos décadas, cuando Kimi Räikkönen levantó el trofeo en 2007. En este nuevo capítulo, Lewis se ha visto lidiando con un SF-25 que claramente no está a la altura de las expectativas y compitiendo al lado de Charles Leclerc, quien no se lo pone nada fácil.
Aunque se le ha escuchado decir que se siente como un inútil, esa no es la forma adecuada de reclamar atención a la Scuderia. A pesar de las dificultades, Hamilton no está sumido en una pesadilla; está escribiendo el epílogo de una carrera llena de éxitos. Ha sido campeón muchas veces y ahora debe aprender a perder con elegancia.
Así que mientras McLaren tiene sus propias estrellas emergentes como Piastri y Norris—que aunque hacen bien su trabajo carecen del carisma necesario para atraer al aficionado medio—los nombres grandes como Hamilton, Verstappen y Alonso siguen siendo protagonistas interesantes. Su recorrido nos muestra que ser grande también implica aceptar las derrotas con dignidad.