En el Gran Premio de Hungría, la escena no podía ser más desalentadora para Lewis Hamilton. Cuando MARCA se acercó al paddock del Hungaroring, el ambiente estaba cargado de tensión. Fred Vasseur, director de Ferrari, salía con una sonrisa tras ver a Charles Leclerc hacerse con la pole. Pero al otro lado, Hamilton parecía tocar fondo.
El británico, que alguna vez fue rey de la pista, arrancará desde una decepcionante 12ª posición. En una clasificación que se tornó amarga, su incapacidad para mejorar con neumáticos nuevos dejó a todos boquiabiertos. En un lugar donde ha brillado tantas veces, ¿cómo es posible que ahora esté tan perdido? El momento crítico llegó cuando intentó ocultar sus sentimientos tras las cámaras. Sin embargo, sus palabras resonaron con dolor: ‘Soy un inútil. Un completo inútil’. Un grito desesperado que refleja su frustración y autocrítica.
Un piloto entre sombras
“El equipo no tiene problemas”, reflexionó comparándose con Leclerc en la pole. La realidad es dura: su rendimiento está lejos del monegasco y eso pesa como una losa. A lo largo de toda su carrera ha tenido que lidiar con presiones inimaginables, pero esto parece un punto de inflexión. “Ferrari necesita cambiar probablemente de piloto”, añadió con resignación. Estas palabras caen como un jarro de agua fría sobre todos los aficionados y expertos.
La situación es compleja; no solo son fallos individuales o decisiones técnicas erradas del equipo. Hay algo más profundo en juego aquí: Hamilton lucha contra un coche diseñado para otro estilo de conducción y eso lo lleva a estar atrapado en esta mala racha que ya acumula varias carreras.
Con actuaciones mediocres en Miami (12º), Ímola (12º) y Bélgica (16º), Hungría podría ser la gota que colme el vaso para uno de los pilotos más laureados de la historia. Mientras se retira hacia el motorhome, queda claro que este momento puede marcar un antes y un después en su trayectoria dentro del automovilismo.