En el Gran Premio de Bélgica, Carlos Sainz se encuentra en un momento complicado. A pesar de su esfuerzo y dedicación, parece que nada le ha salido bien hasta ahora. Con una sonrisa resignada, el madrileño reflexiona sobre lo que podría ser un fin de semana ideal; sin embargo, sabe que las cosas no marchan como desearía. «Nada nos ha salido bien o de cara», admite con sinceridad.
Un camino lleno de obstáculos
A medida que avanza la temporada, Sainz siente cómo sus esperanzas se desvanecen. La falta de fiabilidad del coche y los errores estratégicos parecen haberse convertido en compañeros inseparables. «He tenido mucho ritmo en el coche y me he adaptado rápidamente al equipo», dice, mostrando su frustración ante la imposibilidad de enlazar dos buenos resultados seguidos. Cada carrera es una montaña rusa: si no es un problema mecánico, es un incidente con otro piloto o simplemente mala suerte en la clasificación.
El piloto comparte su inquietud sobre el futuro: «Estamos hablando más del 2026 que del coche de este año». Y aunque hay destellos de velocidad, esos momentos son efímeros si no se traducen en puntos. Pasar de luchar por victorias a pelear por posiciones en la zona media es duro para cualquier competidor.
Sainz reflexiona sobre lo difícil que es competir en esta categoría tan ajustada donde cada milisegundo cuenta. Esa presión constante puede cambiar todo el fin de semana y él lo sabe muy bien: «Aquí todo está muy igualado y este coche requiere otra forma de pilotar».
Además, toca hacer frente a la realidad del equipo Williams: sin mejoras significativas durante todo el año, las expectativas empiezan a decaer. «No es un secreto: si te comprometes a no traer novedades, es lógico caer en la parrilla», sostiene con determinación.
Por último, también comenta sobre Laurent Mekies y su llegada a Red Bull: «Es un gran profesional; tiene la experiencia necesaria para liderar ese proyecto». Un cambio que podría dar mucho que hablar.