En la Catedral del motociclismo, donde el rugir de los motores resuena con fuerza, Marc Márquez nos regaló un espectáculo digno de recordar. Aunque no salió desde la primera línea, su intención fue clara desde el momento en que las luces se apagaron. El piloto leridano supo cómo transformar una mala clasificación en pura estrategia y velocidad.
Un inicio fulgurante
Desde el primer giro, Márquez mostró su garra y determinación. A pesar de una salida complicada, logró lanzarse como un rayo en cuanto se dieron las indicaciones para comenzar. Aunque Quartararo intentó cerrarle el paso, eso no le detuvo. Con una maniobra magistral, adelantó a su rival y se plantó al frente sin mirar atrás.
Sostenido por la presión constante de su hermano Álex, que también demostró tener un ritmo explosivo, Márquez mantuvo el liderazgo hasta cruzar la meta. Es fascinante ver cómo, a pesar de los tropiezos previos —como ese semáforo rebelde en Mugello— él siempre encuentra la manera de levantarse y brillar ante su afición. En esta ocasión, Ducati vivió un día inesperado; por primera vez este año no ocupaba un podio en las carreras cortas. Pero así es el mundo del motor: lleno de sorpresas y giros inesperados.
A medida que avanza la temporada, Marc continúa acumulando puntos y demostrando que es un competidor imbatible en la pista. Con 43 puntos más que Álex y 117 sobre Bagnaia, queda claro que tiene muy claras sus metas para este Mundial. Mientras tanto, nosotros seguiremos disfrutando de cada emocionante vuelta que nos regalan estos pilotos.