El Gran Premio de Austria ha vuelto a ser un capítulo más en la historia de frustración para Ferrari. El equipo italiano, que se presentaba con el nuevo SF-25 y una pizca de esperanza, ha encontrado que las cosas no son tan sencillas. A pesar de lo que se dice en Italia sobre la calidad aerodinámica del coche, la realidad es que los problemas persisten.
Una jornada complicada
Charles Leclerc y Lewis Hamilton, quienes deberían estar luchando por posiciones destacadas, han tenido que lidiar con un coche que parece no darles lo necesario para brillar. En este viernes del GP, ambos pilotos mostraron signos claros de incomodidad. Y es que aunque han introducido un nuevo suelo -que modifica ligeramente lo presentado en Bahréin- los cambios aún están lejos de resolver sus dificultades.
Hamilton tuvo un inicio bastante problemático; un fallo en la caja de cambios durante la primera sesión le dejó fuera de ritmo. “Por lo que sea no tengo ritmo, compañero”, le decía a su equipo mientras veía cómo el resto avanzaba sin él. Eso es algo que se ha convertido en una constante: no logra adaptarse y cada vuelta se convierte en una lucha por salir del fondo.
Pero la cosa no mejoró para Leclerc. Tras especulaciones sobre su futuro con Ferrari -que hicieron ruido entre los medios italianos-, el monegasco buscó acelerar, pero terminó saliendo de pista dos veces. Aunque logró marcar tiempos más competitivos al final, sus esfuerzos fueron eclipsados por el dominio de McLaren y Verstappen.
No es solo un tema técnico; hay una presión constante sobre ellos. Con cada carrera, las expectativas crecen y el miedo a defraudar se siente palpable. Este fin de semana puede ser decisivo y cada error cuenta más que nunca, sobre todo cuando el circuito austríaco no perdona fallos en clasificación.