El Gran Premio de Canadá nos dejó a todos con el corazón en un puño. Lo que comenzó como una jornada prometedora para Williams se tornó en un auténtico drama, especialmente para Carlos Sainz. El piloto español, que esperaba salir a darlo todo, se quedó atrapado en una maraña de tráfico y finalmente tuvo que conformarse con la 17ª posición en la parrilla. Y eso, claro está, si se toma en cuenta la sanción de diez puestos a Yuki Tsunoda.
Un caos sobre el asfalto
Sainz no logró cerrar una vuelta decente y se vio envuelto en un verdadero embotellamiento durante su intento. En la primera ronda de clasificación (Q1), se encontró con Bortoleto, Stroll, Lawson y Pierre Gasly, pero fue la acción del francés Isack Hadjar, quien pasó sin apartarse cuando Sainz intentaba hacer su tiempo, lo que realmente le costó caro. “Es un impeding gigante, gigante”, decía un Sainz visiblemente frustrado desde el box. ¿Cómo puede ser posible que esto siga ocurriendo?
No fue solo Sainz quien vivió este mal rato. Su compañero de equipo, Alex Albon, también tuvo su propio momento surrealista. Mientras intentaba marcar un buen tiempo para pasar a Q2, el cubremotor de su FW47 salió volando como si estuviera jugando al escondite. La escena fue digna de una película; mientras él avanzaba hacia la chicane del ‘Muro de Campeones’, las piezas volaron por los aires dejando la pista hecha un desastre. Esto provocó una bandera roja con más de cinco minutos restantes en la Q1.
Aquello no es algo habitual en F1; quizás lo último similar haya sido uno de los incidentes pasados con Max Verstappen. Para Albon fue una jugada cruel del destino justo cuando más lo necesitaba.
Así terminó un día que prometía mucho pero que se convirtió en otra lección dura sobre los caprichos del automovilismo. A veces parece que estamos viendo cómo algunos sueños son tirados a la basura mientras otros luchan por brillar.