En una jornada que prometía espectáculo, el Gran Premio de Mónaco terminó convirtiéndose en un triste desfile de estrategias aburridas y maniobras cuestionables. Lando Norris fue el que alzó la copa, superando a Leclerc, Piastri y Verstappen en una carrera que dejó mucho que desear. El propio Sainz, quien ocupó el décimo puesto, se vio obligado a hacer malabares con las tácticas de su equipo para poder sumar algunos puntos.
Estrategias y frustraciones
La verdad es que los aficionados querían emoción y lo que obtuvieron fue una serie de pilotos frenando deliberadamente para crear espacios y permitir a sus compañeros colarse en posiciones más favorables. La FIA había decidido imponer dos paradas obligatorias, lo cual resultó ser poco más que un mero trámite sin realmente alterar el orden del día. Mientras tanto, Norris aprovechó sus momentos clave para gestionar la ventaja sobre Leclerc con maestría.
Por otro lado, Fernando Alonso continuó atrapado en su espiral de mala suerte. Con un motor que comenzó a dar problemas tras la primera parada, no pudo hacer nada más que rendirse antes de completar la vuelta 37. Es casi increíble ver cómo un piloto tan talentoso ha tenido tan pocas oportunidades de brillar últimamente; era virtualmente octavo antes del fatídico desenlace.
Sainz tuvo su propia batalla con los Williams, ayudando a Albon a conseguir una parada gratuita mientras él mismo trataba de mantenerse competitivo. Los Mercedes terminaron atascados entre las sombras de la pista sin saber reaccionar ante los movimientos rápidos de sus rivales.
Red Bull mostró una vez más su capacidad estratégica al sacrificar a Lawson para frenar a otros competidores mientras Hadjar se movía ágilmente por la pista. A pesar del juego conservador que emplearon esperando banderas rojas o coches de seguridad —que nunca llegaron— Max Verstappen salió ileso aunque no ganó mucho terreno tampoco.
A medida que avanzaba la carrera, las estrategias parecían más complicadas y menos efectivas. La tensión se palpaba en cada vuelta, pero todo parecía un tanto ‘fake’, como si faltara esa chispa necesaria para convertirlo en algo memorable.
A fin de cuentas, Mónaco nos dejó con sensaciones encontradas: un triunfo claro para Norris pero un espectáculo decepcionante donde las esperanzas se fueron por el desagüe junto al humo del motor averiado de Alonso.