En el Gran Premio de Emilia Romagna, Fernando Alonso no pudo contener su frustración y lanzó un grito desgarrador por la radio que resonó en todos los corazones de los aficionados. Mientras competía a 300 kilómetros por hora, el asturiano se sentía atrapado en un torbellino de infortunios, sintiéndose como el piloto con más mala suerte del mundo.
Una carrera llena de altibajos
Todo comenzó con las primeras vueltas, donde la preocupación por el tráfico era palpable; Alonso se encontraba lidiando con los Ferrari y el joven Franco Colapinto. La esperanza brillaba al principio, pero pronto se convirtió en desesperación cuando vio que los puntos se desvanecían debido al desgaste de sus neumáticos duros.
El dilema llegó cuando un coche de seguridad virtual apareció tras la rotura del Haas de Esteban Ocon. Muchos pilotos decidieron aprovechar la oportunidad para entrar a boxes, pero Alonso tomó una decisión arriesgada y eligió quedarse fuera. Mientras otros como Carlos Sainz optaban por cambiar a neumáticos frescos, él aguantaba con lo que tenía.
Sin embargo, tras más de 20 vueltas, la situación comenzó a deteriorarse rápidamente. Con cada vuelta que pasaba, veía cómo sus rivales le adelantaban sin compasión. «Va a ser una tortura», sentenció entre dientes mientras veía pasar a Sainz y Hulkenberg. Aquel momento tan crítico le llevó a afirmar: «Soy el piloto con la peor suerte del mundo».
Poco después, respiró hondo cuando otro coche de seguridad salió a pista por un incidente ajeno y tuvo una nueva oportunidad para cambiar sus neumáticos. Pero claro, ahora partía desde una posición menos favorable.
No es la primera vez que este tipo de infortunios persigue a Alonso esta temporada; ya lo había vivido en Australia al estamparse contra un muro o en Miami cuando fue embestido por Lawson. El destino parece jugar en su contra y nosotros no podemos evitar sentir empatía hacia él.