El derbi entre Valencia y Levante siempre promete emociones fuertes, pero lo que se vivió en el campo fue más allá de lo esperado. En un momento tenso del partido, justo cuando el Valencia parecía tenerlo todo a su favor, llegó la decisión que dejó a muchos con la boca abierta: anularon un golazo de Diego López por un fuera de juego tan milimétrico que causó incredulidad en las gradas. ¿Un talón fuera de juego? Sí, así es. El árbitro, Alejandro Muñiz Ruiz, revisó la jugada gracias al VAR y decidió que Copete había roto una posición legal.
Una decisión cuestionada
Carlos Corberán, entrenador del Valencia, no pudo ocultar su frustración tras el encuentro. “No parecía fuera de juego”, dijo mientras reflexionaba sobre cómo una parte del cuerpo -en este caso un talón- podía marcar la diferencia entre celebrar un gol o volver a empezar desde cero. Esos detalles son los que calan hondo en jugadores y aficionados. La tecnología ha sido presentada como una solución para acabar con las controversias arbitrales, pero ¿realmente estamos logrando eso? Con el nuevo sistema semiautomático (SAOT), muchos piensan que hemos tirado a la basura lo que hacía al fútbol emocionante.
Desde su implementación hace dos temporadas, las críticas han llovido por decisiones que parecen quitarle sabor al deporte rey. Goles anulados por milímetros son ahora pan de cada día y muchos se preguntan si eso es justo cuando no hay ventaja real para el defensor. Kylian Mbappé también ha sentido esa presión; varios tantos suyos han quedado relegados a simples recuerdos debido a estas normas tan estrictas.
A medida que avanza la temporada, surge una pregunta importante: ¿deberíamos cambiar estas reglas para devolverle emoción al fútbol? La Ley Wenger propone que solo se considere fuera de juego si toda la parte del cuerpo válida está adelantada respecto al penúltimo defensor. Una idea intrigante en tiempos donde los márgenes son mínimos pero las emociones son enormes.

