Jan Oblak, el portero del Atlético de Madrid y orgullo de Eslovenia, ha vivido un nuevo golpe en su carrera deportiva. Desde su debut con la selección en 2012, ha luchado con todas sus fuerzas por llevar a su país a lo más alto, pero el sueño del Mundial sigue siendo una quimera. Este fin de semana, tras un desalentador 0-2 frente a Kosovo, quedó claro que la cita mundialista se esfuma una vez más. Eslovenia no logró sumar los puntos necesarios y acabó con solo 3 de 15 posibles. Así es como se siente todo un país marcado por la decepción.
Una gesta sin recompensa
La Eurocopa fue su gran hazaña. Oblak brilló y llevó a su selección hasta los octavos de final en una competición que hizo vibrar a toda Eslovenia. Sin embargo, esa etapa ya pertenece al pasado. Ahora, con 33 años sobre sus espaldas y la próxima Copa del Mundo en el horizonte, cada vez es más evidente que las oportunidades se están agotando para este talentoso guardameta. La siguiente ocasión llegará cuando tenga 37 años; una edad donde muchos porteros todavía pueden darlo todo, pero las circunstancias son complicadas.
Sus compatriotas sienten la frustración; se han depositado tantas esperanzas en él y en este equipo que ahora parece estar atrapado entre las sombras de las selecciones europeas más fuertes como Suiza o Kosovo. Jan se enfrenta a la cruel realidad: uno de los mejores porteros de la última década está quedándose sin tiempo para cumplir ese anhelo tan deseado: jugar un Mundial.

