Valencia ha vivido un momento emocionante en Mestalla, donde la afición ha recuperado esa chispa que tanto se echaba de menos. Corberán, con su energía contagiosa, pedía ánimos a los suyos; mientras Rioja celebraba el gol como si fuera un regalo del cielo. La grada, entregada y vibrante, se convirtió en una auténtica muralla de apoyo. Lucas Beltrán luchando por cada pelota era solo una muestra de lo que estaba en juego.
Un empate que sabe a victoria
Aunque un punto puede parecer poco en términos futbolísticos, lo que se vivió ayer fue algo más profundo. El Valencia ofreció uno de sus mejores partidos de la temporada contra el Betis. La intensidad y las llegadas fueron constantes, pero hubo momentos críticos donde el miedo a perder estaba presente. Sin embargo, ese empate dejó una sensación positiva: la afición volvió a ser ese jugador extra que empuja desde las gradas.
Después de semanas de críticas y pitadas hacia los jugadores, Mestalla mostró su verdadero carácter desde el primer minuto. Las imágenes recordaban más a una final que a un partido cualquiera: Corberán alzando los brazos para motivar al público al estilo Simeone; Rioja recogiendo rápidamente el balón tras marcar para ir en busca del segundo gol; y la afición presionando al rival con cada jugada, convirtiéndose en un verdadero espectáculo digno de admirar.
El banquillo también estuvo caliente. Los asistentes recibieron tarjetas amarillas por sus protestas y los reservas no dudaron en involucrarse cuando fue necesario. Al final del encuentro, la imagen era clara: la gente animando como si estuvieran todos juntos en una sola voz.

