La Premier League, ese coloso que nos enamora cada fin de semana con su espectáculo y sus grandes fichajes, como el reciente traspaso de Alexander Isak al Liverpool por 150 millones, tiene una cara oculta que no podemos ignorar. A pesar de haber desembolsado la friolera de 3.500 millones de euros en el último mercado, la realidad es que más de la mitad de los clubes están técnicamente insolventes.
Un alarmante informe elaborado por Fair Game revela que 43 de los 92 clubes tienen menos de un mes para pagar a sus jugadores. ¡Es increíble! Mientras algunos lucen músculo financiero a base de compras millonarias, otros luchan por sobrevivir en un entorno donde solo uno de cada cinco equipos puede decir que sus ingresos igualan a sus gastos. Es una situación insostenible.
Crisis tras crisis
Casos como el del Bury, que desapareció en 2020 y tuvo que renacer, o el Sheffield Wednesday, actualmente con problemas para abonar salarios y encontrar nuevos dueños, son solo algunas muestras del caos financiero en el que se ha sumido el deporte rey. La creación del nuevo regulador independiente (IFR) se ha hecho necesaria ante esta realidad tan cruda.
Pero lo sorprendente es que entre los veinte equipos de la Premier, apenas uno –el Brighton & Hove Albion– cumple con las exigencias mínimas del regulador. Y si ampliamos la vista a las divisiones inferiores, solo Cambridge United y Wimbledon pueden sumar puntos positivos en este apartado. La situación es realmente preocupante; estamos hablando del futuro del fútbol británico.
Niall Couper, director ejecutivo de Fair Game, no se anda con rodeos: «Si alguien tiene dudas sobre si el fútbol necesita un regulador, este informe las destruye». Las imprudencias financieras están a la orden del día y parece que los directivos miran hacia otro lado ante esta realidad tan preocupante.
A medida que se crea este nuevo organismo para supervisar las finanzas deportivas, esperamos cambios significativos. Entre otras cosas, se establecerán pruebas para propietarios y directores y nuevas normas para garantizar una participación activa y realista de los aficionados en las decisiones importantes.
No podemos quedarnos callados ante esta crisis latente; necesitamos un cambio profundo en el modelo actual antes de ver cómo nuestro amado fútbol se convierte en otra víctima más del monocultivo turístico y financiero.