En una fría tarde en el Oakland Coliseum de California, México y Japón ofrecieron un espectáculo que no pasará a la historia del fútbol. El partido, que debía ser una fiesta del deporte, terminó con un aburrido 0-0 que dejó a los aficionados deseando más. Entre balones perdidos y jugadas sin chispa, ambos equipos firmaron un empate que, seamos sinceros, fue más bien una pérdida de tiempo.
Los dirigidos por Javier Aguirre comenzaron el encuentro con poca ambición. En el primer tiempo, Japón mostró más garra y tuvo las mejores oportunidades. Al minuto 10, Takefusa Kubo sorprendió con un tiro desde lejos que exigió lo mejor de Luis Malagón; ¡vaya parada! Sin embargo, eso no fue suficiente para calentar el ambiente. Unos minutos después, Ritsu Doan estuvo cerca de marcar, pero un defensor mexicano lo evitó justo en la línea de gol.
Segunda parte: algún destello entre tanto sopor
La segunda mitad trajo algo de vida al partido. México decidió salir a buscar el arco rival y Roberto Alvarado casi logra abrir la lata con un disparo que rozó la escuadra. Pero Zion Suzuki estaba atento y desvió el cabezazo posterior de Erik Lira. A medida que se acercaba el final del encuentro, la tensión aumentó ligeramente cuando César Montes fue expulsado por cortar una posible contra japonesa. Pero ni eso logró cambiar el rumbo del partido.
A fin de cuentas, ambos equipos regresaron a casa sin haber marcado ni un solo gol. ¿Qué podemos sacar en claro? Que este amistoso no dejó huella alguna y nos deja preguntándonos si realmente vale la pena preparar compromisos tan insípidos antes del Mundial. Los aficionados merecen más emoción en cada encuentro.