Apenas tres minutos habían pasado desde que comenzó el partido entre Málaga y Betis en La Rosaleda, cuando un momento de tensión sacudió a todos los presentes. Isco Alarcón estaba preparándose para lanzar un córner, pero el árbitro tuvo que interrumpir el juego. ¿La razón? Un aficionado en la grada había sufrido una parada cardiorespiratoria.
El silencio que lo decía todo
La situación se volvió inquietante rápidamente. Mientras los jugadores miraban nerviosos al árbitro, la atmósfera se tornó en un silencio absoluto, con sólo los murmullos de preocupación resonando entre los aficionados. Durante 17 largos minutos, los valientes efectivos de la Cruz Roja trabajaron sin descanso para estabilizar al hombre afectado. Cuando finalmente lograron hacerlo, él abandonó el estadio bajo una ovación conmovedora del público que había compartido su angustia.
El Málaga emitió un comunicado tranquilizador: “Las asistencias sanitarias han estabilizado a un aficionado –varón de mediana edad– que se encontraba en parada cardiorespiratoria en las gradas de La Rosaleda”. Esa noticia fue como un bálsamo para todos; sabíamos que no habíamos perdido nada más importante que nuestra tranquilidad y solidaridad en ese instante.
Finalmente, el partido se reanudó justo donde lo habían dejado, con ese córner a favor del Betis y unos 17 minutos añadidos para compensar la pausa inesperada. A veces, el fútbol nos enseña lecciones más allá del balón y nos recuerda lo frágil que puede ser la vida misma.