Rodrygo Goes se encuentra en una encrucijada. Con sus últimas vacaciones a punto de concluir, el brasileño regresa a Valdebebas el próximo 4 de agosto, donde se reencontrará con su entrenador, Xabi Alonso, y un equipo que parece tener más preguntas que respuestas. Este día marcará cinco meses desde su último gol con el Real Madrid, un periodo que ha parecido una eternidad para cualquier futbolista.
El eco del pasado y la sombra del futuro
En este tiempo, Rodrygo ha sido víctima de la especulación constante sobre su futuro. Mientras los rumores vuelan como si fueran balones en un partido, él permanece estático, atrapado en lo que podríamos llamar una geografía emocional incierta. Una situación nada fácil para alguien que antes era sinónimo de grandes noches y goles memorables. Recuerden aquel doblete al Manchester City en Champions: momentos mágicos que ahora parecen lejanos.
Aquella última vez que celebró un tanto fue contra el Atlético de Madrid, pero desde entonces ha estado ausente en partidos clave. Su participación se redujo drásticamente durante el Mundial de Clubes; apenas sumó 101 minutos repartidos en tres encuentros. Y mientras Xabi prometía contar con él como pieza fundamental, la realidad fue otra: pasó sin pena ni gloria.
La baja visibilidad de Rodrygo no solo afecta su confianza; también ha impactado directamente en su valor de mercado. Según Transfermarkt, su cotización cayó de 110 millones a 90 millones de euros en solo un año. Esto no es solo un número; refleja su descenso entre los delanteros más destacados del fútbol europeo. Si hace poco estaba entre los primeros 36 rematadores, ahora ocupa el puesto 118. Esa pérdida de hambre y ambición le aleja del ADN competitivo del club blanco.
Ahora se enfrenta a una batalla por recuperar ese lugar preponderante en el equipo antes de convertirse en otra promesa olvidada. ¿Logrará Rodrygo salir del limbo? La afición espera ansiosa ver al jugador audaz que deslumbró al mundo y no al chico ensombrecido por las dudas.