Esta semana se han cumplido 40 años de una de las tragedias más oscuras del fútbol: Heysel. Aquella noche, un grupo de aficionados ingleses decidió que defender sus colores significaba causar muerte y destrucción. La justicia intentó calmar las aguas diciendo que fue involuntario, pero el dolor de aquellos que perdieron a sus seres queridos es innegable. Al final, el partido se jugó mientras las víctimas eran recordadas en silencio, un espectáculo macabro.
La historia parece no haber enseñado nada
Desde entonces, hemos visto cambios: estadios más seguros y una mayor vigilancia sobre los ultras. Sin embargo, aquí estamos de nuevo, con el PSG en el centro del huracán tras los incidentes recientes en París. ¿Qué diferencia hay entre esos seguidores del Liverpool hace cuatro décadas y los actuales hinchas del PSG? Ambos comparten esa misma pasión desmedida por los colores que creen les otorgan poder y legitimidad para hacer lo que sea necesario para protegerlos.
Antonio Machado ya decía que “de esos polvos vienen estos lodos”. El odio hacia el fútbol moderno surge de una nostalgia por tiempos pasados donde la esencia del juego parecía más pura. Pero debemos recordar que esa esencia también fue la semilla del desastre en Heysel. Lo vivido este fin de semana durante la final de la Liga de Campeones nos lleva a preguntarnos si estamos realmente aprendiendo algo o si simplemente estamos esperando otro episodio trágico.
La historia siempre tiene algo que enseñarnos si estamos dispuestos a escucharla. En su momento, los clubes ingleses tuvieron que lidiar con las consecuencias tras Heysel, pero hoy parece poco probable que el PSG reciba un toque serio tras lo ocurrido. Y eso nos deja con una inquietante pregunta: ¿estamos condenados a repetir nuestros errores?