Unai Elgezabal es más que un simple defensa; es un auténtico guerrero del fútbol. Tras años de esfuerzo, sudor y sacrificio en los campos de Segunda y Primera RFEF, este vasco de 32 años ha logrado cumplir uno de sus sueños más añorados: ascender a Primera división con el Levante. Una historia que merece ser contada, porque no hay nada más emotivo que ver cómo alguien se aferra a su meta a pesar de las adversidades.
Un viaje lleno de obstáculos
Cuando llegó al Levante el pasado verano, venía con una misión clara: demostrar su valía y contribuir al crecimiento del club. «Mi objetivo es que el club crezca y yo crecer con él», decía Elgezabal hace casi un año, sin saber lo cerca que estaba de cumplir esa promesa. Ha pasado mucho tiempo desde que vestía la camiseta del Barakaldo o del Burgos en divisiones inferiores, sumando un total impresionante de 281 partidos. Un recorrido repleto de desafíos donde nunca perdió la fe.
A lo largo de su carrera ha lidiado con dificultades económicas, cambios constantes y el siempre presente riesgo del fracaso. Pero ahí estaba él, dispuesto a luchar hasta el final. Y no fue fácil; enfrentarse a campos difíciles en categorías como la bronce o plata le enseñó a forjarse como jugador y persona. Ahora, bajo la tutela de Calero, ha encontrado ese impulso necesario para triunfar.
Al final, cada lágrima derramada y cada golpe recibido han valido la pena. Hoy podemos decirlo sin reservas: Unai Elgezabal está listo para dejar su huella en la historia del fútbol español. Su trayectoria es un recordatorio claro de que el esfuerzo siempre tiene recompensa.