En un giro inesperado de los acontecimientos, el árbitro Eder Mallo Fernández ha comparecido este lunes ante la jueza del juzgado de instrucción número 4 de Tarragona para contar su versión sobre lo que sucedió en ese polémico partido entre el Nàstic de Tarragona y el Málaga. Aquella tarde del 22 de junio, el colegiado bilbaíno no solo pitó un encuentro crucial para ambos equipos, sino que se encontró atrapado en una tormenta de críticas y temores.
Un arbitraje lleno de sombras
Mallo, en una declaración a través de videoconferencia, no ha tenido reparos en reconocer que cometió errores durante el partido, errores que afectaron a los dos clubes. Sin embargo, insistió en que su actuación fue imparcial y lejos de favorecer al Málaga. Este episodio no es moco de pavo; recordemos que el Nàstic ha presentado una querella contra él por falsedad documental y corrupción deportiva. Un paso sin precedentes que demuestra hasta qué punto la tensión está desbordada.
Las palabras del árbitro son contundentes: sintió miedo por su integridad física al finalizar el encuentro. Imaginemos esa escena: Mallo abandonando el Nou Estadi rodeado por la policía después de recibir amenazas directas por parte de directivos del Nàstic. Es aterrador pensar que un simple partido pueda generar tanto odio y violencia.
Aunque había intentado declarar anteriormente, varios contratiempos lo habían aplazado hasta ahora. Lo cierto es que este enfrentamiento terminó con un empate (2-2), pero la historia detrás del silbato sigue dejando huellas profundas en todos los implicados.