Granada ha visto cómo la llegada de Pacheta al banquillo ha sido como un soplo de aire fresco para un equipo que se sentía perdido. En su debut, el técnico burgalés se enfrentó a un reto monumental: transformar la actitud y el rendimiento de jugadores que parecían desdibujados en el campo. Y vaya si lo logró. Deportivo 2 – 3 Granada. Un resultado que no solo suma puntos, sino que también inyecta confianza en una plantilla que necesitaba creer en sí misma.
El nuevo enfoque de Pacheta
Pacheta no llegó con una varita mágica, pero sí con ideas claras. Desde su primera charla, dejó claro que no habría espacio para los milagros inmediatos; sin embargo, los cambios comenzaron a notarse rápidamente. La defensa fue uno de los primeros focos de atención: Manu Lama, quien había caído en desgracia tras su expulsión en Tenerife, recuperó su puesto y demostró ser un baluarte junto a Williams, otro que resurgió después de varios partidos decepcionantes.
En el centro del campo las cosas también dieron un giro inesperado. Aunque las piezas seguían siendo las mismas, Villar encontró una nueva libertad bajo la dirección de Pacheta, acercándose más al área rival y convirtiéndose en un verdadero motor ofensivo. Esa frescura le permitió dar asistencias clave y dinamizar el juego del Granada.
Contrastando con la estrategia fallida de su predecesor Escribá —quien decidió prescindir de los extremos—, Pacheta apostó por Rebbach y Tsitaishvili como veloces amenazas para las defensas rivales. Ambos jugadores encontraron nuevamente su ritmo y se convirtieron en piezas clave para marcar los primeros goles del partido. El cambio era palpable: ¡el equipo despertaba!
A medida que avanza la semana y con más tiempo para trabajar juntos, Pacheta podrá seguir implementando nuevas tácticas y mejorar la cohesión del grupo. Lo cierto es que ya ha dejado claro que ha llegado para revitalizar al Granada; está inyectando una dosis necesaria de motivación que parecía perdida hace mucho tiempo.