Las Palmas se encontraba en un momento crítico, y el partido de ayer se convirtió en una prueba de fuego para Diego Martínez. El técnico no solo falló en sus planteamientos, sino que dejó a los periodistas con la boca abierta al levantarse abruptamente de la sala de prensa tras ser cuestionado sobre su futuro. Su crédito parece haberse agotado, y aunque muchos piden su salida, la realidad es que un despido ahora no resolvería nada.
Un equipo sin rumbo
La relación de Martínez con la prensa siempre ha sido tensa; sus respuestas suelen evadir la cruda realidad de un equipo que solo ha conseguido dos victorias desde enero. La afición se pregunta: ¿por qué salió el equipo tan contemplativo a un partido crucial? Sin intensidad ni ritmo, Las Palmas repitió una estrategia arriesgada: dejar pasar el tiempo y esperar a que llegara el final del combate para intentar reaccionar. Un enfoque que funcionó ante el Atlético, pero muy poco fiable en general.
Ayer fue otra oportunidad perdida. Mientras los días caen como hojas secas del calendario, nos encontramos preguntándonos si hay realmente esperanza. Si bien la derrota del Sevilla en Vigo da algo de aire fresco a la isla, Manu Fuster lo dejó claro tras perder ante el Valencia: «las matemáticas no sirven si no ganas partidos». El próximo encuentro contra el Sevilla será clave y ganar significaría más que solo sumar puntos; también les daría ventaja particular en caso de empate.
El mensaje lanzado por Moleiro tras la derrota ante el Rayo fue claro: «No nos vamos a rendir, no estamos muertos». Pero ¿es suficiente con eso? En este punto, Las Palmas necesita más que palabras; requiere acciones contundentes en el campo para demostrar que aún hay vida en esta lucha por mantenerse en Primera División.