Almería está sufriendo, y no es un secreto para nadie. La reciente derrota ante el Castellón por 4-1 ha sido la gota que colma el vaso de una afición que ya no sabe qué hacer para expresar su frustración. Tras dos años de desilusiones, el seguidor rojiblanco se siente atrapado en un ciclo interminable de fracasos y decepciones. No hay forma de ocultarlo: están hartos.
Un equipo perdido
Como si de una película trágica se tratara, los hinchas han visto cómo su equipo ha caído en picado desde aquel momento efímero en que disfrutaron siendo líderes. Ahora son el cuarto equipo más goleado de la categoría, con unos números que asustan: ¡52 goles encajados! A pesar del breve destello de esperanza durante esos 14 partidos sin perder bajo la dirección de Rubi, la sombra del fracaso vuelve a cernirse sobre ellos.
A cada nueva derrota, el desánimo crece entre los aficionados. En casa, incluso después de ganar al Cartagena, recibieron a sus jugadores con una pitada ensordecedora. ¿Qué ha pasado? La conexión entre la grada y la plantilla parece haberse roto por completo. Muchos ya claman por evitar el playoff de ascenso; prefieren ver una revolución total antes que seguir soportando esta agonía continua.
No se puede ignorar que tanto Rubi como la directiva tienen parte de culpa en esta situación insostenible. Con cada rueda de prensa donde pide perdón o explica lo inexplicable, queda claro que algo necesita cambiar urgentemente. El proyecto liderado por Turki Al-Sheikh está tambaleándose y muchos piden a gritos una limpieza profunda en todos los niveles.
Aún hay esperanzas matemáticas para alcanzar las plazas de playoff a falta de seis partidos, pero el hastío y el miedo reinan entre los seguidores indálicos. Lo único que desean es cerrar este capítulo oscuro lo antes posible, con la esperanza de un nuevo amanecer tras un cambio necesario.