En un relato desgarrador, Verónica Ojeda, expareja de Diego Armando Maradona y madre de su hijo menor, ha decidido abrir su corazón en el juicio por la muerte del ídolo argentino. Su testimonio, dado en el Tribunal Oral en lo Criminal N.º 3 de San Isidro, nos transporta a esos días fatídicos donde la desesperación y el dolor eran palpables.
Una mirada al sufrimiento
Verónica no se guarda nada: «Diego siempre me pedía ayuda y yo no sabía cómo hacer. Sentía que lo tenían secuestrado, tenía miedo a todo». Aquella angustia era visible; ella misma recuerda cómo Diego le suplicaba que no se fuera: «Llevame contigo», le decía con un temor que resonaba en su voz. Su tristeza se hace aún más evidente cuando describe su encuentro con él dos días antes de su muerte. «Cuando llegué, estaba solo… le vi hinchado, desfigurado; la panza y las manos estaban completamente inflamadas».
La crítica a los médicos que rodeaban a Maradona es feroz y directa. Ojeda señala sin dudarlo: «Nos mintieron en la cara». Hablando sobre los profesionales que debían cuidar de él, afirma que querían verlo mal: «No querían que estuviera consciente para disfrutar». Con lágrimas en los ojos, explica cómo la casa donde lo internaron estaba lejos de ser adecuada para una recuperación digna; un lugar oscuro donde todo parecía descuidado e insalubre.
Las revelaciones continúan fluyendo mientras ella narra las contradicciones sobre las intervenciones médicas que sufrió Diego. «Luque nos dijo que él lo operó, pero luego descubrimos que fue otro médico quien realizó la cirugía», dice indignada. La furia contra quienes fallaron a Maradona es palpable: «Se rieron en nuestra cara», denuncia.
Así es como Verónica Ojeda se erige como portavoz del dolor y la indignación por una vida truncada prematuramente; una historia llena de amor y sufrimiento que invita a reflexionar sobre el verdadero cuidado hacia quienes admiramos.