La historia del Real Madrid y su enfrentamiento con el Arsenal en la Champions League es casi como un cuento trágico que nos remonta a 2006. En aquel entonces, el equipo blanco no solo se jugaba el pase a la siguiente ronda, sino también su identidad. Florentino Pérez era el presidente que iniciaba esa aventura, mientras que Fernando Martín, recién llegado al cargo, cerraría un capítulo lleno de desilusiones.
Un viaje marcado por la impotencia
Aquel partido de ida en Londres dejó una huella imborrable. Thierry Henry brilló como una estrella en el viejo Highbury y nos hizo recordar las oportunidades perdidas, como ese fichaje frustrado que nunca llegó a materializarse. Regresar al Bernabéu tras esa exhibición no era precisamente motivo de optimismo; el clima alrededor del club estaba tenso y los aficionados lo sentían en cada rincón.
En el choque decisivo, lo que vimos fue un Real Madrid sin chispa, incapaz de encontrar espacios ante un Arsenal bien plantado. El empate a cero fue testimonio de nuestra impotencia; pareciera que ya nada podía cambiar desde el primer minuto. Aquellos 180 minutos fueron un reflejo desgarrador del camino que aún nos quedaba por recorrer.
Poco después, Fernando Martín vivió medio sueño europeo antes de ser desplazado; su intento por consolar a los presentes en aquel vuelo de vuelta a casa se quedó corto ante la tristeza colectiva. Todos queríamos olvidar aquella noche oscura, pero ver al presidente intentando animarnos solo acentuó la sensación de cambio radical dentro del club.
No obstante, esos viajes solían tener su encanto: bocadillos compartidos entre aficionados y periodistas durante las horas muertas en aeropuertos lejanos. Pero esta vez todo se tornó gris tras la derrota. La idea era intentar descansar y dejar atrás lo vivido, aunque resulta complicado cuando te enfrentas a momentos así.
Eran otros tiempos para el Madrid; tiempos donde los cambios se sucedían rápidamente y las elecciones podían dar sorpresas inesperadas. Desde luego, aquella eliminatoria contra el Arsenal marcó una etapa dolorosa pero necesaria para entender hacia dónde debía dirigir sus pasos uno de los clubes más grandes del mundo.