El baloncesto corre por las venas de Ander Urdiain. Desde pequeño, no era raro verle en casa, con un balón en la mano y su padre, un exjugador profesional, como compañero de juego. «No recuerdo otra cosa que no sea eso», dice con una sonrisa nostálgica. Pero ser un joven talentoso implica salir del hogar y enfrentarse a desafíos importantes.
El camino hacia el baloncesto profesional
A los trece años tuvo su primera gran oportunidad en el Baskonia. A partir de ese momento todo empezó a tomar forma: «Cuando llegué al Zaragoza y me integré en el primer equipo, supe que esto iba en serio». Sin embargo, no todo fue fácil. Con la mudanza vino también la nostalgia por dejar atrás a su familia y amigos. Aunque reconoce que fue difícil al principio, aprendió a adaptarse rápidamente: «Una vez pasé el primer año, maduré y comencé a llevar las riendas de mi vida».
A pesar de sus esfuerzos, se vio cedido al Huesca durante tres años; una experiencia que valora profundamente: «Le guardo mucho cariño a Huesca. No es lo mismo ir cedido que fichado», explica sobre su paso por allí.
Tras desvincularse del Zaragoza porque consideraron que aún no estaba listo para la ACB, Ander regresó a Navarra donde sintió el apoyo incondicional de su gente: «Estar cerca de casa fue fundamental para recuperar mi confianza». Su trayectoria continuó en Huelva donde vivió una temporada espectacular junto a compañeros entrañables.
A día de hoy se encuentra en Palma y está emocionado por lo que viene: «El proyecto aquí es ambicioso y tengo familia en la isla», dice mientras nos cuenta cómo ha sido su integración al equipo. Este fin de semana jugarán un playoff crucial para ascender a Primera FEB.
No hay dudas: «Tenemos un grupo increíble y todos estamos alineados para alcanzar nuestros objetivos». En medio de este reto palpitante, él sabe que el trabajo duro ha sido clave para llegar hasta aquí.