El pasado fin de semana, la plaza de Cort fue testigo de un momento que va más allá de las palabras. Más de mil personas se reunieron para expresar su solidaridad con el pueblo saharaui, que lleva cinco décadas sufriendo la ocupación del Sáhara. La emoción estaba palpable, con pancartas y cánticos resonando en cada rincón. «No podemos quedarnos callados ante esta injusticia», afirmaba María, una de las asistentes, mientras sostenía una bandera saharaui.
Un clamor por la libertad
La concentración no solo fue un acto simbólico; fue un grito a la conciencia colectiva. Durante años, hemos visto cómo este conflicto ha sido ignorado por muchos. Pero aquí estamos nosotros, dispuestos a visibilizarlo. «Es vergonzoso que en pleno siglo XXI aún estemos hablando de derechos humanos vulnerados», comentaba Juan, otro asistente apasionado por la causa.
Cada discurso resonó con fuerza y cada historia contada dejó huella. En medio del bullicio, se sentía un aire de esperanza: la lucha por la libertad nunca se detendrá. Esta no es solo una cuestión política; es una lucha humana que nos toca a todos directamente. Y así lo entendimos aquel día en Cort: juntos somos más fuertes.

