En un giro devastador de los acontecimientos, las autoridades camboyanas han reportado que más de 525.000 personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares debido a los recientes ataques del Ejército tailandés en la frontera. Desde el 7 de diciembre, cuando Bangkok y Nom Pen reanudaron sus enfrentamientos, la situación ha escalado a niveles alarmantes. Entre estas personas desplazadas se encuentran 274.892 mujeres y 167.167 niños, quienes ahora enfrentan penurias inimaginables.
Ataques devastadores y sus consecuencias
“Más de medio millón de civiles camboyanos, incluidos mujeres y niños, están sufriendo enormemente”, denuncia el Ministerio del Interior en un comunicado desgarrador. Están huyendo del terror que traen consigo los proyectiles, cohetes y bombardeos aéreos realizados por los aviones F-16 tailandeses, que no solo han arrasado con vidas sino también con comunidades enteras.
El impacto ha sido brutal: se han destruido 103 viviendas, cinco escuelas, tres centros de salud, un mercado y múltiples infraestructuras esenciales que sostienen la vida diaria. La tragedia va más allá de lo material; es un llamado urgente a todos nosotros para reflexionar sobre las atrocidades que viven estos pueblos.
A pesar del desasosiego, hay una luz tenue al final del túnel: este lunes se llevará a cabo una reunión entre los ministros de Exteriores de los países miembros de la ASEAN en Malasia, diseñada para fomentar el entendimiento mutuo y trabajar hacia la paz. “Somos optimistas”, expresan desde Camboya, esperando que Tailandia muestre sinceridad en su disposición al diálogo.
No obstante, el Gobierno estadounidense también ha intervenido en esta crisis llamando a ambos países a cesar hostilidades y retirar armas pesadas. Con el trasfondo trágico de 53 civiles muertos hasta ahora (34 tailandeses y 19 camboyanos), es urgente actuar antes de que esta crisis humanitaria empeore aún más.

