El pasado lunes, la tranquilidad de la calle General Riera se vio abruptamente interrumpida. Un niño de apenas diez años se precipitó desde el séptimo piso de un bloque, dejando a los vecinos con el corazón en un puño. La escena fue impactante y todos, incluidos los miembros del 061 y la Policía Local, se lanzaron a investigar lo sucedido.
Un trágico descuido
Aún están cerrando informes necesarios para esclarecer este incidente que involucra a un menor, pero las primeras conclusiones apuntan hacia una caída accidental. Al parecer, el pequeño estaba asomado esperando a sus familiares cuando perdió el equilibrio y cayó. Fue cuestión de suerte que aterrizara sobre la luna de un coche estacionado, lo que amortiguó su caída violenta. Gracias a la atención inmediata que recibió tras caer, logró ser trasladado con vida al Hospital de Son Espases.
Los testigos cuentan que estaba en casa junto a sus hermanos mayores y todo sucedió tan rápido… El momento fue devastador. Aunque permanece ingresado en estado grave, su madre ha compartido con nosotros una luz de esperanza: «Está estable, gracias a Dios». Su deseo es poder contactar al técnico sanitario que le atendió por primera vez para agradecerle por su pronta acción.
Desde esa altura vertiginosa de veinte metros, no solo se rompieron huesos; también se detuvo el tiempo durante unos instantes mientras todos aguardaban noticias. La rápida intervención del equipo médico fue clave para estabilizarlo antes de llevarlo al hospital. A pesar de las fracturas en brazos y piernas, hay algo en esta historia que nos recuerda la fragilidad de la vida y lo importante que es cada segundo cuando estamos hablando de nuestros niños.

