Imagínate llegar a casa destrozado, como si llevaras todo el peso del mundo sobre tus hombros. Eso es lo que siente María Pau Gil, una madre que ha visto cómo su hijo, Lluc Aparicio, batallaba contra un trastorno sin diagnóstico. ¿Cómo se puede seguir adelante cuando ni siquiera hay una etiqueta que ayude a entender lo que está pasando? La frustración crece día tras día.
“Arribava a casa destrossada”, cuenta ella, reflejando el dolor y la incertidumbre de no saber qué hacer ante algo tan complejo. Y es que en muchas ocasiones, los diagnósticos llegan tarde, dejándonos en la oscuridad. ¿Cuántos más están atrapados en esta lucha silenciosa?
El grito de ayuda en silencio
No es fácil enfrentarse a un sistema que parece fallar. Mientras tanto, la vida sigue y las inquietudes crecen. En las Islas Baleares, donde el sol brilla y la belleza natural abunda, hay un sector de nuestra sociedad que necesita atención urgente: aquellos jóvenes cuyo bienestar mental está siendo desatendido.
Es hora de alzar la voz y reclamar lo que nos pertenece: un futuro claro para nuestros hijos. Porque cada historia importa y cada niño merece ser escuchado y entendido. Las palabras de María resuenan en nuestras mentes: “No estoy sola en esto”, afirmando así su determinación por cambiar las cosas. Es momento de actuar y cuidar de quienes realmente necesitan nuestro apoyo.

