Era el 29 de diciembre de 1989, una tarde que comenzó como cualquier otra para Gestrud Johanna M., una sexagenaria alemana que residía en el lujoso chalet de Bendinat. Sin embargo, esa tranquilidad se convirtió en pesadilla cuando un ladrón, un joven delgado y ágil, irrumpió en su hogar con intenciones criminales. Mientras la señora esperaba a un familiar, el delincuente se dedicaba a saquear su casa, llevándose joyas y dinero en efectivo sin ningún remordimiento.
Lo más aterrador llegó cuando la anciana se encontró cara a cara con él. En un instante, su vida cambió drásticamente: antes de que pudiera gritar o buscar ayuda, el intruso le clavó una jeringuilla en la ceja izquierda. ¡Imagina ese momento! El miedo y la confusión invadieron su hogar mientras Paul, su yerno, apareció justo después del ataque. Pero ya era demasiado tarde; Gestrud cayó al suelo, víctima de un infarto provocado por el terror vivido.
Un crimen que estremeció a toda una comunidad
A pesar de los esfuerzos por rescatarla y llevarla al hospital Son Dureta, los médicos no pudieron hacer nada por ella. La noticia corrió como la pólvora entre la comunidad germana instalada en Mallorca: había un peligroso ladrón suelto y todos temían por su seguridad. Los residentes llamaban desesperados a los servicios de emergencia reportando avistamientos sospechosos cerca de sus casas. La sensación de vulnerabilidad era palpable.
Las investigaciones no tardaron en comenzar; aunque se detuvo a un sospechoso cuya descripción coincidía con la del ladrón, pronto quedó claro que tenía coartada. Así que el criminal seguía libre mientras los vecinos vivían con miedo constante. Las patrullas recorrían las calles en busca del responsable de esta tragedia tan brutal.
Aquel día marcó no solo el final de una vida; también dejó cicatrices profundas en Bendinat. La incertidumbre y el pavor ante lo inesperado continúan resonando entre quienes habitan esta hermosa isla.

