Imagínate la escena: un chico de 18 años, argelino y sin carné de conducir, despierta frente a una comisaría en Palma. Todo esto ocurrió la madrugada del 25 de noviembre, cuando los agentes del Distrito Litoral comenzaron su ronda y se encontraron con un vehículo mal aparcado y con un inquilino poco habitual: el propio ladrón, durmiendo plácidamente dentro.
Al acercarse, los policías notaron que el coche estaba denunciado como robado. No hay nada más surrealista que despertar tras una noche de fiesta en un coche ajeno frente a la autoridad. Cuando lo despertaron, el joven intentó justificarse diciendo que había encontrado el coche abierto. Pero las evidencias eran claras: motor caliente y llave en contacto no dejaban lugar a dudas sobre cómo había llegado hasta allí.
Una historia que va más allá del sueño
Poco después, los agentes revisaron sus pertenencias y encontraron un destornillador, un guante de goma y una máscara. ¿Para qué? Las preguntas flotaban en el aire mientras se le llevaba a dependencias policiales. Una vez allí, su comportamiento no mejoró; terminó golpeando la puerta de una celda hasta dañarla. Así que ahora también enfrenta cargos por daños leves.
Esta historia es un claro ejemplo de lo inesperado que puede ser el día a día en nuestras calles. Un momento decisivo donde un simple acto puede llevar a situaciones absurdas e incluso peligrosas. Y ahí estamos nosotros, observando todo desde la barrera.

