La frustración se siente en el aire entre los aficionados del Mallorca. Tras meses de sufrimiento y decepciones, parece que la situación del equipo no tiene visos de mejorar. Este viernes, frente al colista Oviedo, el equipo bermellón firmó otro empate sin sabor (0-0) que agrava aún más su penoso 2025. A pesar de mantenerse fuera del descenso gracias a los errores de otros, la afición ya ha empezado a mirar no solo al campo, sino también hacia el banquillo.
Un partido para olvidar
El encuentro en el Carlos Tartiere dejó mucho que desear. El Oviedo, con la necesidad imperiosa de ganar, presionó desde el principio y mostró más ambición que los nuestros. Y es que, ¿qué podemos decir? Los de Jagoba Arrasate parecieron perdidos en su propio juego: sin una identidad clara y sin creerse realmente capaces de lograr una victoria. Lo peor llegó cuando tuvieron la oportunidad de aprovecharse de las expulsiones rivales; ni así lograron conectar con la afición.
A lo largo del partido, vimos un Mallorca lento y predecible. Las jugadas eran largas y descoordinadas; parecía que cada pase se convertía en un nuevo motivo de desesperación para los seguidores que llenaban las gradas. La mejor ocasión llegó por parte de Virgili, pero fueron más momentos de angustia que otra cosa.
Y aunque es cierto que no encajar goles ante el colista puede ser visto como un pequeño alivio —y más si consideramos que hay equipos peores— la realidad es cruda: este Mallorca va acumulando puntos a cuentagotas y necesita urgentemente una solución. Con tantos aspectos negativos repitiéndose partido tras partido, queda claro que algo debe cambiar para evitar caer al abismo.
Los ojos están puestos ahora en lo que vendrá; esperemos que haya alguna chispa dentro o fuera del club capaz de reavivar la llama y devolvernos a disfrutar del fútbol como solíamos hacerlo.

