En el corazón de Palma, la vieja cárcel ha tomado un giro inesperado. En lugar de ser un simple recuerdo del pasado, se ha transformado en un refugio para aquellos que buscan un techo donde cobijarse. Aquí, los okupas han dado vida a lo que algunos llaman irónicamente un ‘hotel’. Con precios que rondan los 350 euros, no es de extrañar que muchos vean en este lugar una opción ante la crisis habitacional.
Un espacio lleno de vida y contradicciones
Dentro de sus muros desgastados, encontramos una mezcla peculiar: familias, jóvenes y personas solas que han hecho del antiguo recinto penitenciario su hogar. La situación es compleja; entre gatos errantes y ratas que parecen más bien inquilinas permanentes, estos espacios han sido remodelados con esfuerzo por grupos de jóvenes argelinos.
Aquí no hay lujos ni comodidades; se habla incluso de cómo el agua debe conseguirse desde fuentes públicas cercanas. Sin embargo, quienes residen en este sitio prefieren estar aquí antes que enfrentarse a la dura realidad de la calle. “Mejor aquí que fuera, donde nadie te da nada”, comenta uno de ellos con una resignación palpable.
No todo es armonía entre los inquilinos: recientes conflictos entre grupos han encendido tensiones. Algunos colombianos y argelinos han tenido sus diferencias por ruidos molestos y fiestas poco recomendables dentro del recinto, lo cual ha llevado a una división territorial clara entre ambas comunidades.
Pese a las dificultades, esta antigua prisión sigue siendo un espacio vivo. Los vecinos alrededor observan con inquietud el crecimiento del problema; robos y actos vandálicos empiezan a ser parte del paisaje cotidiano en barrios como Amanecer o Cas Capiscol. La incertidumbre sobre el futuro del edificio es palpable; mientras el Ayuntamiento planea demolerlo para dar paso a nuevas viviendas sociales, muchos temen qué pasará con aquellos que hoy encuentran refugio en sus muros.
“Si me echan, haré cualquier cosa para seguir aquí”, dice otro joven con determinación. La lucha por sobrevivir está presente cada día en cada rincón de esta cárcel convertida en hogar improvisado.

