Cuando miramos los partidos, a simple vista todos parecen igual de importantes. Pero cuando te enfrentas a un rival directo en la lucha por no caer al abismo del descenso, esos tres puntos valen su peso en oro. Este fue el caso del Mallorca en su visita a Oviedo: ganar no solo significaba escalar posiciones y alejarse del peligro, sino también dejar a un adversario atrapado en la misma batalla.
La importancia de arriesgar
Para conseguirlo, era necesario tener ambición y asumir riesgos, porque en estas contiendas nadie regala nada. Los chicos de Arrasate lo sabían y salieron al campo con la intención de hacerse notar desde el primer minuto. La presión alta y esa intensidad inicial marcaron el tono, aunque pronto se convirtió en un intercambio de golpes donde ambos equipos tuvieron sus oportunidades. La más clara llegó de la mano de Virgili, quien hizo trabajar a fondo al portero local.
A pesar de que lograron hasta tres remates entre los tres palos, fue solo un espejismo; al equipo le faltó conexión con Darder, quien nuevamente pasó desapercibido. El Oviedo se sostenía gracias al talento de Cazorla y Aaron, pero eso no les salvó del mayor problema que enfrentan: su incapacidad para encontrar el gol.
Con la esperanza de ver una segunda parte más valiente y menos conservadora por parte del Mallorca, las cosas parecían prometedoras. Sin embargo, la primera sustitución fue toda una sorpresa: Morlanes entró por Darder cuando muchos esperábamos ver a Pablo Torre tomar el campo. Las expulsiones de Cazorla y Viñas llegaron tarde para cambiar el rumbo del encuentro. Al final, apenas hubo oportunidades claras; solo un disparo aislado de Asano que pudo haber cambiado el destino del partido en este momento crítico donde cada punto cuenta.

