El festival de Eurovisión, que nació como símbolo de unión tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra en medio de una tormenta. Martin Green, director del evento organizado por la Unión Europea de Radiodifusión (UER), subrayó que su objetivo siempre ha sido unir a los pueblos. Sin embargo, esa idea se desmoronó cuando se dio luz verde a la continuidad de Israel en el concurso. Las presiones no han sido pocas; Alemania y Austria, con sus amenazas abiertas de retirarse si no se garantizaba la participación israelí, han dejado claro que este es un tema que no pueden tomar a la ligera.
Bélgica rompe el silencio
En este complicado panorama, Bélgica ha decidido no sumarse al boicot liderado por España. La televisión pública francófona RTBF ha tomado las riendas y ha confirmado su participación después de un tiempo incierto. Su decisión es significativa; aunque VRT había mostrado resistencia ante Israel, RTBF eligió un camino diferente. Mientras tanto, Islandia sigue en un vaivén político: su ministra de Asuntos Exteriores está considerando todos los ángulos antes de tomar una decisión definitiva.
Por otro lado, Montenegro podría seguir los pasos de otros países que ya han expresado su deseo de retirarse del festival. En una asamblea reciente, ellos también pidieron una votación secreta sobre el asunto israelí sin éxito alguno. En medio del bullicio general, Portugal y Finlandia han dado un paso adelante para participar en el evento en Viena.
La situación actual deja claro que Eurovisión no solo es música; es política y tensión entre naciones. ¿Qué nos espera en esta nueva edición? Solo el tiempo lo dirá.

