La isla de Menorca, ese rincón del Mediterráneo que solía ser sinónimo de turismo vibrante y vida, se encuentra ahora en un estado de hibernación. 52 expedientes sancionadores han caducado por la falta de resolución durante todo un año. Sí, has leído bien; mientras nosotros soñamos con las playas y los atardeceres, el turismo pierde fuerza y se convierte en un mero recuerdo del pasado.
La realidad es preocupante
En estos momentos, la economía local siente cómo el negocio rendista va ganando terreno. Cada vez más voces se alzan para denunciar el monocultivo turístico que amenaza nuestra identidad. Algunos expertos incluso advierten que este camino no solo perjudica a Menorca, sino que también pone en jaque a toda la comunidad.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros? Nos encontramos entre la espada y la pared, viendo cómo las decisiones fallidas e ineficaces tiran por la borda lo que hemos construido. Este no es solo un problema de estadísticas; es una cuestión de vida cotidiana para todos los que vivimos aquí.
No podemos quedarnos callados ante esta situación. Las palabras resuenan con fuerza: «Como sociedad debemos reaccionar». No dejemos que Menorca caiga en el olvido. Es hora de despertar y luchar por lo que realmente importa.

