James, un joven español de 25 años, ha encontrado su lugar en el bullicioso corazón de Corea del Sur. Conocido como James Cafecito en las redes, este influencer barcelonés tiene millones de seguidores que lo acompañan cada domingo mientras comparte su semana viviendo en la capital coreana. Pero no todo es lo que parece; detrás de esa sonrisa y la emoción por el país hay una realidad que a veces puede ser difícil de encajar.
Un hogar reducido pero funcional
En uno de sus últimos vídeos, James nos abre las puertas de su casa, un espacio diminuto de menos de 20 metros cuadrados. «Aquí se llama ‘one room’, lo que significa que todo está en una misma habitación», dice con una mezcla de resignación y humor. Y aunque el tamaño podría asustar a más de uno, él asegura que tiene todo lo necesario para vivir bien. Cada rincón está aprovechado al máximo; incluso ha logrado crear un pequeño loft donde duerme gracias a la altura del edificio.
Pero la adaptación va más allá del diseño: el baño es toda una aventura. «No hay cortina y la ducha no está separada, así que mojas absolutamente todo cuando te bañas», explica con una risa cómplice. A pesar del desafío, se las arregla para hacer la limpieza más rápida; eso sí, siempre con cuidado para no empapar el papel higiénico ni otros objetos.
La cocina también juega su papel peculiar: situada en el pasillo, apenas da espacio al salón. Hacer la compra se convierte casi en una hazaña diaria porque no puede dejar las bolsas dentro; muy comúnmente los paquetes son dejados a la entrada sin miedo a que desaparezcan. «Aquí no hay problema con que se pierdan o sean robados», afirma mientras mira hacia atrás con confianza.
Y si creías que eso era raro, espera a escuchar sobre los residuos: en Corea del Sur el reciclaje es fundamental. Las bolsas deben ser dejadas fuera y son recogidas por la noche. «Hay un orden para tirar la basura», comenta James, enfatizando cómo esto forma parte de su nueva rutina cotidiana.

