El corazón de Mallorca se viste de luto tras la triste noticia del fallecimiento del pintor Manuel Ros de Armenteras, un artista que dejó una huella imborrable en el mundo del arte y fue galardonado con el Premi Ciutat de Palma en 1996. A sus 60 años, su vida se apagó el pasado 18 de noviembre en Barcelona, dejando atrás no solo un legado artístico, sino también a sus tres hijos, un nieto y dos hermanos que lo querían profundamente.
Un adiós en su tierra natal
Este miércoles, día 26, sus seres queridos tendrán la oportunidad de rendirle homenaje durante su funeral, que se celebrará a las 20 horas en la parroquia Santa Catalina Thomàs, situada en la plaza de Santa Pagesa. Un lugar que seguramente guardará ecos de su risa y recuerdos compartidos.
Manuel era más que un pintor; era un creador que describía su obra como una danza entre formas y colores, donde “no hay límites espaciales ni puntos de referencia”. En sus propias palabras, buscaba representar el movimiento constante a través de estructuras elementales, rompiendo así con cualquier convención artística. Su estilo, siempre “con tendencia a la abstracción geométrica intuitiva”, nos invitaba a explorar nuevas dimensiones en cada pincelada.
A medida que recordamos su trayectoria y sus contribuciones al arte local, es imposible no sentir una profunda admiración por alguien cuyo trabajo transformó espacios y llenó corazones. Aunque hoy digamos adiós, su esencia vivirá eternamente en cada lienzo que tocó.

